martes, 1 de junio de 2010

Torciendo el destino

Ernesto finalmente se serenó. Tal como la sabiduría popular suele decir, "después de la tormenta siempre llega la calma". Había quemado años del combustible de su vida en inútiles pesares, y hoy podía volver a pensar como hace mucho no lo hacía, envuelto en calma espiritual.

La violenta herencia de una infancia sometida al ataque constante de sus pares, la inseguridad, el miedo al prójimo y la desmedida desconfianza, manejaban su vida más que sus propias decisiones y deseos. Era un esclavo de sí mismo, preso en sus temores sociales, y sometido a un existir miserable, abrumado de malestares, autoflagelándose sin látigos ni cadenas, sino con el solo hecho de respirar el mismo aire que la sociedad a la que tanto temía, y por qué no, también odiaba.

Aunque el verdadero problema de Ernesto, era el innegable conocimiento que tenía sobre su situación. El hecho de verse tan desvalido ante la adversidad reinante, dentro de un entorno agresivo, hostil y para nada comprensivo, en el cual no se veía como un futuro sobreviviente, lo aplastaba de modo asfixiante. A veces, hasta sentía que la locura venía por él, vestida de negro y con una filosa guadaña en la mano, y dispuesta a usarla.

Los años pasan, la vida pasa, el entorno cambia, pero él se encontraba estancado en su oscuro presente interior. Se sentía inamovible por el paso del tiempo, como quien se ancla al suelo para no ser desplazado por un huracán. La situación no parecía tener solución posible, pero el destino tuvo un rol determinante en su vida, arrimándole una carta ganadora, una "chance de gol".

La combinación de las suertes del universo le otorgó un año de gracia, en el que su nefasto presente le daría respiro, pero a cambio debía jurarse luchar con pasión por mantener ese destino venturoso que se mostraba como promesa de regalo y premio, si lo lograba. Y decidido, ayudado por no tener nada que perder, se juró, y dió todo cuanto pudo por torcer su futuro.

Vaya a saber uno cómo y por qué, venciendo todo trazo predecible, Ernesto logró resistir aún caminando sobre los carbones al rojo. Y esa tal vez fue su carta de victoria, ya que, de haber cedido en su lucha, no habría vuelta atrás posible, y la historia no tendría final feliz y esperanzador. Felizmente, validó la ayuda de su suerte, y logró torcer su destino.

Así su futuro comenzó a brillar, y sus deseos, inquietudes, sueños, lograron un valor que nunca habían tenido. Su vida tomó un rumbo más sano, más normal, y sobre todo, libre de traumas (o casi... nada es perfecto). Pero decididamente tenía perspectivas a futuro, un alegre porvenir, metas por cumplir y deseos que satisfacer en este mundo de mortales.

La última vez que lo vi, era otra persona. Durante los varios años que perdimos contacto se convirtió en uno más en esta sociedad, luchando por ser mejor... Y me contó aquella vez que iba trás un sueño, muy importante diría yo, que le encantaría poder experimentar, y se venía adeudando demasiado tiempo para una vida...

La verdad, pocas cosas me conmovieron en la vida tanto como su intención de mejorar, de seguir intentando, de no dejarse someter al amanse, y espero que Ernesto pueda lograr finalmente eso que hoy en día anhela. Será difícil, como tódo lo bueno en esta vida... pero algo me dice, muy dentro mío, que tarde o temprano lo va a lograr. Lo merece, y eso es lo que importa.

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