miércoles, 16 de junio de 2010

La víctima

Ludmila se queja. Llora todos los días, y de manera desconsolada. Comparte con sus más íntimas amigas su dolor desgarrador... ¿Por qué el destino era tan violento y tan cruel con ella? ¿Qué había hecho para merecer tanto castigo? ¿Estaba ensañado acaso el universo con su persona, que la golpeaba sin piedad una y otra vez, gozando aún más por la inocencia de su pobre víctima?

Sin duda, estaba por caer a un pozo tan hondo como la imaginación humana lo permitiera. Verse, sentirse, sufrirse como quien se encuentra pendulando al filo de un inagotable abismo, era la segunda cara de la tortura a la que, según ella, los impiadosos delirios astrales le habían cargado sobre los hombros. La crisis existencial de estar al borde de la nada, ya habiendo conocido demasiado como para querer abandonarlo, la acosaba recurrentemente.

Los dedos con los que frágilmente se sostiene sobre el canto del risco final, comienzan a flaquear. Iba a caer, y no habría retorno de la desgracia que allí la esperaba. No conocía a nadie que hubiera logrado el milagroso escape ante el reto que afrontaba, y contra el que llevaba todas las de perder. O tal vez... ¿si...? Ahí lo recordó, como a una deidad ignorada que resurge en la mente de un ciervo insurrecto....

Lo recordó con desesperación final. Sintió algo tan similar a un fogoso amor de verano, que tal vez no cualquiera podría reconocer la diferencia. Y al hacerlo, sintió el alivio, una descarga del lastre que acarreaba y que, lentamente, la arrastraba hacia el foso bajo sus pies. Ya se creía salvada, segura de que, pase lo que pase, Norberto estaría tirando de su mano para socorrerla... ¡Y qué casualidad, Norberto se acercaba rápidamente hacia el punto donde se encontraba colgando!

Él llegó a sus debilitados dedos, lo único que podía verse desde el nivel del suelo. Se arrodilló velozmente, y tendió sus manos vigorosas, apurado por socorrer a quien se encontrara en apuros. Tomando fimemente de las muñecas a quien se aferraba desesperadamene a sus antebrazos, comenzó a izar a Ludmila lentamente, aunque tan rápido como podía, y sin reconocer aún su identidad... hasta que se pudieron ver claramente.

Sus miradas se cruzaron durante centésimas, y un relámpago de revelaciones recorrió sus mentes individualmente. Todo se detuvo en el acto. Ambos comprendieron a la vez, que la ayuda no podía seguir su curso; nadie puede interponerse cuando se trata de un castigo merecido, generado por obra y gracia del karma que domina nuestros caminos. No dar de beber al seducido sediento es un acto de mala fe, que el universo mismo se encarga de castigar.

Y es que Ludmila, quien hoy se desgranaba en lágrimas de cristal, había acumulado demasiados motivos para que las cosas no salieran de buena manera. Sus penosas actuaciónes, lejanas de todo acto de serenidad y calma espiritual, calaron hondo en su entorno. La suma de cabezas pisadas se hacía extensa, y aumentaba sin cesar, sin prisa pero sin pausa. Sus ambiciones, sus estrategias más sucias y perversas, salían al ruedo siempre que quería, y eran cruelmente exitosas.

Pesadamente, Norberto cedió en su intento de ayudarla. Sabía que cortar un castigo signado no era una tarea que debiera ejercer, pero tampoco terminar de ejecutar a la presa del destino. Mientras tanto, la víctima de nada se mantenía en silencio, sin terminar de aceptar el abandono a su suerte que hoy sufría en carne propia. Su rescatista se alejaba lentamente, sin mostrar siquiera una mínima intención de volver...

No sé como termina la historia, y tampoco me interesa averiguarlo. Tal vez ni siquiera se haya escrito el próximo capítulo, quien sabe. Por lo tanto, lo dejo a criterio y libre imaginación de quien quiera agregar el final que más adecuado le parezca...

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