lunes, 23 de agosto de 2010

Golpe de oscuridad

Es feo llegar a casa, después de pelear, de debatirse todo el día entre las tiranías del mundo técnico-comercial, de quemar nuestro combustible diario en recurrentes tareas, y ver que, irónicamente, no podemos ver... no hay luz, ni siquiera hay electricidad en absoluto, solo acompañan las sombras que día a día vuelven a revivir su propia noche.

Solo, cansado, sucio y desprolijo, y ahora sometido a la irremediable soledad de las solitarias paredes de ese territorio, en el que día a día me encontraba más cómodo. Comienzan los interrogantes habituales... ¿habrá habido un corto en casa? o ¿será una falla de la zona? ¿una fase caída?, y así con tantas otras, a las que los malos servicios nos tienen acostumbrados.

Recorriendo los eslabones de la cadena de sucesos que hacen posible usar electricidad, uno por uno, descartando problemas y soluciones, recorriendo a tientas los oscuros ambientes que me rodean. Nada. Todo está tan correcto, que dificulta la idea de encontrar los cómos y porqués del oscuro presente. Minutos de cuestionamientos que llevan directo al exterior.

Y asi fue que, gracias a la ayuda de quienes comparten las paredes por las cuales todos andamos, llego a la raíz, el nodo esencial del problema. La ausencia que marca el evento, el gran faltante de la tarde... el medidor. La antesala del cableado, vital dispositivo para quien consume, y más aún para quien usufructúa con el consumo ajeno. La caja estaba vacía.

Pensamientos con saña, generados por problemas pasados de incomunicaciones, que hoy me dejaban a la luz de las velas, las cuales, lejos de ser hoy un ícono romántico, servian sólo para ver más allá de la propia nariz. Rato frustrante, mientras recopilo menesteres personales, preparando el ineludible éxodo forzado.

Regreso a las fuentes, las bases en las cuales se ha fundado mi progreso, y el porvenir de la agradable soledad. Vuelvo contento a compartir el aire del mismo hogar, ese que nunca dejo de pertenecerme; pero también vuelvo con cierta inevitable frustración, causada por el perverso entramado, tan irreprochable como inesperado, que me hacía regresar...

Es algo temporal, que pasará al ritmo de la burocracia perversa de los servicios públicos...

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