Hace un largo tiempo ya que estoy metido en una búsqueda compleja. Me han comentado, muchos aquellos a los cuales alguna vez en mi vida he escuchado, que existe en este mundo un amuleto, un tesoro, un divino talismán. Según dicen las mismas voces, sólo lo pueden encontrar aquellos que no lo buscan, pero que a su vez tienen todo el herramental necesario para poder buscarlo miles de veces alrededor del planeta.
Decidido, un día comencé a buscarlo, siendo advertido día por medio, recordándome repetidamente la premisa fundamental para hallarlo exitosamente. Algunos, además, me confiaron algunas de sus herramientas, otros decidieron compartir los retazos de mapa que celosamente guardaban dentro de un cofre de 7 llaves. Alguien hasta me cargó en su barca, navegando bajo el ardiente sol e impiadosas tormentas hasta aquellas orillas, en las que creyó factible que encontraría mi preciado objetivo.
"¡Qué gran tesoro debe ser, ya que tan escondido lo han dejado!" me repetía entre suspiros, en aquellos momentos en que bajaba la guardia... era por momentos, o tal vez días, o meses... Es que a veces el desánimo de no encontrarlo afecta más que no haber siquiera oído la historia en absoluto; sobre todo, daña más a quienes, como yo (lo admito, aunque a regañadientes), por arrebato ilusorio, se dedican a buscar el tesoro más difícil, antes que cualquier otro más accesible.
Y, como indica la lógica de quién no sabe buscar un tesoro de semejantes características, llegó un punto en el que avanzar y retroceder eran lo mismo. No más pistas, mapas, testigos, herramientas, señales... nada que ayude al ahora abatido cazador de joyas a llegar a su preciado destino. Desorientado, preguntándome qué pasó, dónde me equivoqué, y qué fui dejando a lo largo de la búsqueda, me senté a un costado de mi camino, sólo buscando respuestas a preguntas que nadie me había hecho.
Tal vez, entre tantas idas y vueltas, había perdido la esencia vital del cazador de tesoros. Lo interesante, lo valedero, era disfrutar y aprender de la búsqueda en sí, y no del objeto buscado. De poco vale encontrar algo, si nunca aprendimos antes a buscarlo; y ese detalle, tan pequeño y tan grande a la vez se me había pasado completamente de largo. Tonto de mí, ¡cuánto tiempo invertido y perdido en buscar aquel tesoro, para descubrir finalmente que nunca supe realmente cómo buscar tesoros!
Y al fin lo entendí, o por lo menos eso creo. Es así que siempre cargaré con mi tiempo gastado a cuenta, encima de mis hombros ya abatidos tras el triste descubrimiento. Pese a eso, seguiré buscando la divina joya que siempre me propuse, pero tumbado a la orilla de un río, y preguntando a quienes se acercan, casualmente, por el tesoro que nunca tuve... No tiene caso quemar los días para obtener los mismos resultados que ya tanto me habían dañado...
Por eso, vos, mi lector, hoy convertido en mi visitante anónimo... ¿Encontraste alguna vez el divino talismán que nunca pude siquiera ver brevemente? ¿Dónde lo puedo encontrar?
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario