Te esperaba, aunque sabía que no estarías... Es verdad, podría habértelo dicho, pero preferí realmente confirmar que no vendrías por mí. No hubo tiempo dentro de tu tiempo, ni espacio dentro de tu espacio, que estuviera libre para regalar solamente un minuto, un gesto, una sonrisa... Sólo la nada misma decidiste cederme, como única muestra de nuestras existencias.
Ya lo imaginaba hace tanto tiempo... Tu camino se abrió del mío, en ese punto en el cual se pone el sol. Una bifurcación irreparable, quedamos a la deriva, y desde ahí, cada cual solamente se limitaba a mantenerse de pie sobre su propia balsa. Nos dirigíamos a los puntos más dispares que la vida tenía para ofrecernos, y esa fue la única respuesta al porqué de nuestros presentes.
Nunca comprendí tus decisiones, ni vos las mías, lo sé... En un principio creí que creceríamos juntos, compartiendo días y experiencias, yendo a la par en el complejo camino de vivir. Tu ayuda para mí, mi ayuda para vos, y el compromiso tácito de ser complementos perfectos. Pero eso hoy lejos quedó, como esas ilusas promesas que se hacen durante los amaneceres de inocencia.
Tu nueva compañia, rebozante de sueños irreales y vívidas fantasías de ser lo que sólo existe en mundos de cartón, es ahora tu refugio, tu altar de magia y encanto, de distracción y sencillez, lo suficiente para estar conforme. Mientras tanto, yo sigo mis pasos, cada vez más lejos de los tuyos, atento a no caer en las delicias de los espejos de colores, que cegan la razón de los soñadores imprudentes.
Se también que es un triste final para un amor, que finalmente nunca lo fue... no por vos, no por mi, sino por el capricho de ese universo que nos mantiene cautivos de las pasiones truncas, y por el insaciable antojo de ser como somos y no estar dispuestos a reflexionar en pos de un futuro venturoso, amplio para dos almas que se quieren y necesitan.
Por eso, devuelvo sin chistar tu libertad, y reclamo la mía con aguerrido celo... No me llames, no te llamo. Guardemos este pacto de silencio, sin siquiera volver a mencionarlo, y tragando saliva cuando nuestros respectivos fantasmas invadan la mente del otro, llenas de recuerdos de infantiles tardes compartidas. Total, no es más que eso, un final más en nuestras vidas...
jueves, 26 de agosto de 2010
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