Y allí estaba, una vez más, compartiendo mi destino con las paredes que, por capricho del azar, no terminaban de acobijarme. Sinsabores de novato, eran las únicas experiencias que me había dejado vivir ya, apenas comenzaba a tomar conciencia de mi ser en la quietud de mi nuevo hábitat. Una tormenta de sorpresas, algunas agradables y otras no tanto, que ya se alejaban dejando paso a la calma de saberse autosuficiente para afrontar los inconvenientes.
Sueños de libertad y calma, paz espiritual y tranquilidad, materializados en esos ambientes, tan pertenecientes al ámbito urbano como cualquiera de los otros. Ambientes que no distinguen de piedades ni sentires, pero que contienen a quien así lo desea. Ambientes llenos de nada, densos de aire por llenar, con mil recobecos que invitan, seduciendo los sentidos, en el fino arte de saber aprovecharlos.
El reencuentro con mis cosas, aquellas que días atrás había relegado por el éxodo forzado por las corporaciones, fue reconfortante, como todo golpe de familiaridad con el entorno. Volver a sentirse cómodo, volver a reconciliarse con todo lo que recién comenzaba a domar, volver a sentir que el control de mi presente me pertenecía completamente... volver, en definitiva, a casa...
Es por eso que, una vez más, nacen nuevas metas, nuevos objetivos, nuevos panoramas de progreso, basados ahora en la estabilidad de ser y estar en donde elijo hacerlo, continuando con el objetivo de crecer como persona, liberando las riendas que siempre sujetan a los perdidos soñadores de paraísos utópicos sin sentidos reales, los eternos soñadores, como yo también aprendí a ser.
Por eso, a riesgo de parecer apresurado, me arriesgo a decir... "hogar, dulce hogar"
martes, 31 de agosto de 2010
jueves, 26 de agosto de 2010
Diario del mutuo abandono
Te esperaba, aunque sabía que no estarías... Es verdad, podría habértelo dicho, pero preferí realmente confirmar que no vendrías por mí. No hubo tiempo dentro de tu tiempo, ni espacio dentro de tu espacio, que estuviera libre para regalar solamente un minuto, un gesto, una sonrisa... Sólo la nada misma decidiste cederme, como única muestra de nuestras existencias.
Ya lo imaginaba hace tanto tiempo... Tu camino se abrió del mío, en ese punto en el cual se pone el sol. Una bifurcación irreparable, quedamos a la deriva, y desde ahí, cada cual solamente se limitaba a mantenerse de pie sobre su propia balsa. Nos dirigíamos a los puntos más dispares que la vida tenía para ofrecernos, y esa fue la única respuesta al porqué de nuestros presentes.
Nunca comprendí tus decisiones, ni vos las mías, lo sé... En un principio creí que creceríamos juntos, compartiendo días y experiencias, yendo a la par en el complejo camino de vivir. Tu ayuda para mí, mi ayuda para vos, y el compromiso tácito de ser complementos perfectos. Pero eso hoy lejos quedó, como esas ilusas promesas que se hacen durante los amaneceres de inocencia.
Tu nueva compañia, rebozante de sueños irreales y vívidas fantasías de ser lo que sólo existe en mundos de cartón, es ahora tu refugio, tu altar de magia y encanto, de distracción y sencillez, lo suficiente para estar conforme. Mientras tanto, yo sigo mis pasos, cada vez más lejos de los tuyos, atento a no caer en las delicias de los espejos de colores, que cegan la razón de los soñadores imprudentes.
Se también que es un triste final para un amor, que finalmente nunca lo fue... no por vos, no por mi, sino por el capricho de ese universo que nos mantiene cautivos de las pasiones truncas, y por el insaciable antojo de ser como somos y no estar dispuestos a reflexionar en pos de un futuro venturoso, amplio para dos almas que se quieren y necesitan.
Por eso, devuelvo sin chistar tu libertad, y reclamo la mía con aguerrido celo... No me llames, no te llamo. Guardemos este pacto de silencio, sin siquiera volver a mencionarlo, y tragando saliva cuando nuestros respectivos fantasmas invadan la mente del otro, llenas de recuerdos de infantiles tardes compartidas. Total, no es más que eso, un final más en nuestras vidas...
Ya lo imaginaba hace tanto tiempo... Tu camino se abrió del mío, en ese punto en el cual se pone el sol. Una bifurcación irreparable, quedamos a la deriva, y desde ahí, cada cual solamente se limitaba a mantenerse de pie sobre su propia balsa. Nos dirigíamos a los puntos más dispares que la vida tenía para ofrecernos, y esa fue la única respuesta al porqué de nuestros presentes.
Nunca comprendí tus decisiones, ni vos las mías, lo sé... En un principio creí que creceríamos juntos, compartiendo días y experiencias, yendo a la par en el complejo camino de vivir. Tu ayuda para mí, mi ayuda para vos, y el compromiso tácito de ser complementos perfectos. Pero eso hoy lejos quedó, como esas ilusas promesas que se hacen durante los amaneceres de inocencia.
Tu nueva compañia, rebozante de sueños irreales y vívidas fantasías de ser lo que sólo existe en mundos de cartón, es ahora tu refugio, tu altar de magia y encanto, de distracción y sencillez, lo suficiente para estar conforme. Mientras tanto, yo sigo mis pasos, cada vez más lejos de los tuyos, atento a no caer en las delicias de los espejos de colores, que cegan la razón de los soñadores imprudentes.
Se también que es un triste final para un amor, que finalmente nunca lo fue... no por vos, no por mi, sino por el capricho de ese universo que nos mantiene cautivos de las pasiones truncas, y por el insaciable antojo de ser como somos y no estar dispuestos a reflexionar en pos de un futuro venturoso, amplio para dos almas que se quieren y necesitan.
Por eso, devuelvo sin chistar tu libertad, y reclamo la mía con aguerrido celo... No me llames, no te llamo. Guardemos este pacto de silencio, sin siquiera volver a mencionarlo, y tragando saliva cuando nuestros respectivos fantasmas invadan la mente del otro, llenas de recuerdos de infantiles tardes compartidas. Total, no es más que eso, un final más en nuestras vidas...
miércoles, 25 de agosto de 2010
Un año mas, y van...
Un nuevo año que se va. No para todos, ni siquiera para la mayoría mundial. No por religiones, no por razas ni tampoco por costumbres. Se trata de un evento que todos atravesamos generalmente, sin realmente diferencia con el resto del mundo de los vivos. Se trata de un año más cumplido.
Para muchos, se trata del gatillo que desata festejos intensamente esperados, casi de dimensiones inentendibles. Para muchos otros sucede totalmente lo contrario, lo viven siendo seducidos por la total vulgaridad de un día más en el planeta tierra. Y para un tercer grupo de gente, un poco de esto, un poco de aquello, tomando de ambos bandos lo que más racional creemos rescatar.
Y es así como lo siento. Me detengo, lo medito profunda pero sutilmente, sin motivos para encasillarme en ninguno de ambos extremos. Abundan las alegrías, no sin aparecer junto con sus no tan felices dualidades. Altibajos, sueños que nacen y sueños que mueren, suenos que se cumplen y sueños que se desmoronan, deseos de crecer y mejorar, sin resignarse a desdibujar lo conseguido. Montones de experiencias, montones de sabiduría, montones de vida caminada.
23 son ya las veces que he visto nacer al sol después de mí... lindo protagonismo que el día propicia para nosotros. Un día tan mágico como queramos, ya que tan sólo de eso trata. ¿Será este un día de balance, de perspectiva ampliada, de renaceres de esperanzas perdidas en los rincones de nuestro ser...? ¿o quizá de serena reflexión frente a un futuro que viene en camino, pero en largas y cómodas cuotas...?
En fin, de todas maneras, da igual... Asi que, sin demorar más mi mensaje... ¡¡Feliz cumpleaños para MI!! jajaja
Para muchos, se trata del gatillo que desata festejos intensamente esperados, casi de dimensiones inentendibles. Para muchos otros sucede totalmente lo contrario, lo viven siendo seducidos por la total vulgaridad de un día más en el planeta tierra. Y para un tercer grupo de gente, un poco de esto, un poco de aquello, tomando de ambos bandos lo que más racional creemos rescatar.
Y es así como lo siento. Me detengo, lo medito profunda pero sutilmente, sin motivos para encasillarme en ninguno de ambos extremos. Abundan las alegrías, no sin aparecer junto con sus no tan felices dualidades. Altibajos, sueños que nacen y sueños que mueren, suenos que se cumplen y sueños que se desmoronan, deseos de crecer y mejorar, sin resignarse a desdibujar lo conseguido. Montones de experiencias, montones de sabiduría, montones de vida caminada.
23 son ya las veces que he visto nacer al sol después de mí... lindo protagonismo que el día propicia para nosotros. Un día tan mágico como queramos, ya que tan sólo de eso trata. ¿Será este un día de balance, de perspectiva ampliada, de renaceres de esperanzas perdidas en los rincones de nuestro ser...? ¿o quizá de serena reflexión frente a un futuro que viene en camino, pero en largas y cómodas cuotas...?
En fin, de todas maneras, da igual... Asi que, sin demorar más mi mensaje... ¡¡Feliz cumpleaños para MI!! jajaja
lunes, 23 de agosto de 2010
Golpe de oscuridad
Es feo llegar a casa, después de pelear, de debatirse todo el día entre las tiranías del mundo técnico-comercial, de quemar nuestro combustible diario en recurrentes tareas, y ver que, irónicamente, no podemos ver... no hay luz, ni siquiera hay electricidad en absoluto, solo acompañan las sombras que día a día vuelven a revivir su propia noche.
Solo, cansado, sucio y desprolijo, y ahora sometido a la irremediable soledad de las solitarias paredes de ese territorio, en el que día a día me encontraba más cómodo. Comienzan los interrogantes habituales... ¿habrá habido un corto en casa? o ¿será una falla de la zona? ¿una fase caída?, y así con tantas otras, a las que los malos servicios nos tienen acostumbrados.
Recorriendo los eslabones de la cadena de sucesos que hacen posible usar electricidad, uno por uno, descartando problemas y soluciones, recorriendo a tientas los oscuros ambientes que me rodean. Nada. Todo está tan correcto, que dificulta la idea de encontrar los cómos y porqués del oscuro presente. Minutos de cuestionamientos que llevan directo al exterior.
Y asi fue que, gracias a la ayuda de quienes comparten las paredes por las cuales todos andamos, llego a la raíz, el nodo esencial del problema. La ausencia que marca el evento, el gran faltante de la tarde... el medidor. La antesala del cableado, vital dispositivo para quien consume, y más aún para quien usufructúa con el consumo ajeno. La caja estaba vacía.
Pensamientos con saña, generados por problemas pasados de incomunicaciones, que hoy me dejaban a la luz de las velas, las cuales, lejos de ser hoy un ícono romántico, servian sólo para ver más allá de la propia nariz. Rato frustrante, mientras recopilo menesteres personales, preparando el ineludible éxodo forzado.
Regreso a las fuentes, las bases en las cuales se ha fundado mi progreso, y el porvenir de la agradable soledad. Vuelvo contento a compartir el aire del mismo hogar, ese que nunca dejo de pertenecerme; pero también vuelvo con cierta inevitable frustración, causada por el perverso entramado, tan irreprochable como inesperado, que me hacía regresar...
Es algo temporal, que pasará al ritmo de la burocracia perversa de los servicios públicos...
Solo, cansado, sucio y desprolijo, y ahora sometido a la irremediable soledad de las solitarias paredes de ese territorio, en el que día a día me encontraba más cómodo. Comienzan los interrogantes habituales... ¿habrá habido un corto en casa? o ¿será una falla de la zona? ¿una fase caída?, y así con tantas otras, a las que los malos servicios nos tienen acostumbrados.
Recorriendo los eslabones de la cadena de sucesos que hacen posible usar electricidad, uno por uno, descartando problemas y soluciones, recorriendo a tientas los oscuros ambientes que me rodean. Nada. Todo está tan correcto, que dificulta la idea de encontrar los cómos y porqués del oscuro presente. Minutos de cuestionamientos que llevan directo al exterior.
Y asi fue que, gracias a la ayuda de quienes comparten las paredes por las cuales todos andamos, llego a la raíz, el nodo esencial del problema. La ausencia que marca el evento, el gran faltante de la tarde... el medidor. La antesala del cableado, vital dispositivo para quien consume, y más aún para quien usufructúa con el consumo ajeno. La caja estaba vacía.
Pensamientos con saña, generados por problemas pasados de incomunicaciones, que hoy me dejaban a la luz de las velas, las cuales, lejos de ser hoy un ícono romántico, servian sólo para ver más allá de la propia nariz. Rato frustrante, mientras recopilo menesteres personales, preparando el ineludible éxodo forzado.
Regreso a las fuentes, las bases en las cuales se ha fundado mi progreso, y el porvenir de la agradable soledad. Vuelvo contento a compartir el aire del mismo hogar, ese que nunca dejo de pertenecerme; pero también vuelvo con cierta inevitable frustración, causada por el perverso entramado, tan irreprochable como inesperado, que me hacía regresar...
Es algo temporal, que pasará al ritmo de la burocracia perversa de los servicios públicos...
jueves, 19 de agosto de 2010
Mal día
- Largo, pesado, sueño de coloridas primaveras que alcanza su fin. La perspectiva de la realidad, fría, casi siniestra, me rapta a vivir un sueño que me es ajeno. La luz que no llega, el aire que no se mueve, el tiempo que no vuelve atrás, y aprieta de a poco...
- Eterno desplazar de malestares adolescentes. Inagotables minutos que parecen picar como lluvia de estacas, callando, cegando, congelando los más jóvenes suspiros de libertad. Encaro este zigzag de emociones abatidas, exaltando sentimientos de resignación.
- Prisión sin rejas. Frías las paredes, fría la celda, frío su aire, fría su alma entera; observando mi ineludible rendición, gozando de mi sometimiento, haciéndose siempre de una sonrisa por cada alma en cautiverio.
- Son raros los vicios del espacio tiempo, otorgándome alivios que nunca están de más. Ser, estar y sentir, todo a la par, respirando el aire que elijo y no el que me queda por consumir. Afuera, la luz goza de su plenitud, mostrando que la vida continúa.
- Experimento la estimulación del ser, a través de la liberación del alma enfocada en lo que se proyecta, y cobra vida rato después. Sed de creación, fuerza motora nacida en el seno de quien sólo espera entre cadenas, la llave de sus candados.
- Me alimento, rodeado de ánimas que luchan por padecer con dignidad, ese tortuoso camino que el destino les dibuja minuto a minuto. Las horcas, más sueltas por un rato, dejan respirar a los condenados, disfrutando un poco más el arte de respirar.
- Fin de dispersión, fin de la tregua. Trato impune, irreprochable, asegurado por hilos de hierro que convierten carnes en marionetas. Me uno con pesar a la danza que los titiriteros proponen, esa danza de fuego que nos quema con su ritmo, mostrándonos tan vulnerables...
- El juego macabro termina, como cada día. Se alejan los muros, arden menos las ataduras, ahora liberadas. Pronto los pulmones se ensanchan disfrutando de respirar, pero vuelven a encogerse tras recordar que la pena aún no termina, sino que nuevamente se acerca.
- Emprendo esa caminata sin rumbos imaginarios, emulando el andar del autómata, que cumple como fiel soldado su misión, llevando sus pies donde debe, pero no donde piensa, imagina o prefiere. Los sentidos se pierden en la inmensidad del cemento.
- Sufro el calor que sólo el agua trae. Aires espesos, brumas invisibles, insultos que no lo son, esperas bajo el rigor de la quietud lejana a lo que necesitamos. El quiebre de una ilusa obsesión, mil pedazos de cristal que quizás ayer nunca se hubieran pulverizado.
- Viaje, viaje, viaje. Tan sólo eso soy capaz de discernir, sumergido en oleajes humanos, rodeado de ansiedades por alcanzar destinos tan distintos como coincidentes dentro del móvil. El aire agobia, y el pesar del día que aún continúa se hace notar cada vez más.
- El fin que no es tal. Lleno de promesas que se pierden, y de falso amor que se esfuma entre paisajes urbanos. Es, tan sólo, un día más... sin sol ni lluvia, atento a la mediocridad del vicio de la rutina, que nos mantiene olvidados rehenes, inmersos en el crudo paso del tiempo que no alegra ni entristece, pero que poco a poco se sigue escapando...
- Eterno desplazar de malestares adolescentes. Inagotables minutos que parecen picar como lluvia de estacas, callando, cegando, congelando los más jóvenes suspiros de libertad. Encaro este zigzag de emociones abatidas, exaltando sentimientos de resignación.
- Prisión sin rejas. Frías las paredes, fría la celda, frío su aire, fría su alma entera; observando mi ineludible rendición, gozando de mi sometimiento, haciéndose siempre de una sonrisa por cada alma en cautiverio.
- Son raros los vicios del espacio tiempo, otorgándome alivios que nunca están de más. Ser, estar y sentir, todo a la par, respirando el aire que elijo y no el que me queda por consumir. Afuera, la luz goza de su plenitud, mostrando que la vida continúa.
- Experimento la estimulación del ser, a través de la liberación del alma enfocada en lo que se proyecta, y cobra vida rato después. Sed de creación, fuerza motora nacida en el seno de quien sólo espera entre cadenas, la llave de sus candados.
- Me alimento, rodeado de ánimas que luchan por padecer con dignidad, ese tortuoso camino que el destino les dibuja minuto a minuto. Las horcas, más sueltas por un rato, dejan respirar a los condenados, disfrutando un poco más el arte de respirar.
- Fin de dispersión, fin de la tregua. Trato impune, irreprochable, asegurado por hilos de hierro que convierten carnes en marionetas. Me uno con pesar a la danza que los titiriteros proponen, esa danza de fuego que nos quema con su ritmo, mostrándonos tan vulnerables...
- El juego macabro termina, como cada día. Se alejan los muros, arden menos las ataduras, ahora liberadas. Pronto los pulmones se ensanchan disfrutando de respirar, pero vuelven a encogerse tras recordar que la pena aún no termina, sino que nuevamente se acerca.
- Emprendo esa caminata sin rumbos imaginarios, emulando el andar del autómata, que cumple como fiel soldado su misión, llevando sus pies donde debe, pero no donde piensa, imagina o prefiere. Los sentidos se pierden en la inmensidad del cemento.
- Sufro el calor que sólo el agua trae. Aires espesos, brumas invisibles, insultos que no lo son, esperas bajo el rigor de la quietud lejana a lo que necesitamos. El quiebre de una ilusa obsesión, mil pedazos de cristal que quizás ayer nunca se hubieran pulverizado.
- Viaje, viaje, viaje. Tan sólo eso soy capaz de discernir, sumergido en oleajes humanos, rodeado de ansiedades por alcanzar destinos tan distintos como coincidentes dentro del móvil. El aire agobia, y el pesar del día que aún continúa se hace notar cada vez más.
- El fin que no es tal. Lleno de promesas que se pierden, y de falso amor que se esfuma entre paisajes urbanos. Es, tan sólo, un día más... sin sol ni lluvia, atento a la mediocridad del vicio de la rutina, que nos mantiene olvidados rehenes, inmersos en el crudo paso del tiempo que no alegra ni entristece, pero que poco a poco se sigue escapando...
...todo eso es suficiente, para poder preparar un amargo cóctel, llamado "Mal día"
martes, 10 de agosto de 2010
Divino talismán
Hace un largo tiempo ya que estoy metido en una búsqueda compleja. Me han comentado, muchos aquellos a los cuales alguna vez en mi vida he escuchado, que existe en este mundo un amuleto, un tesoro, un divino talismán. Según dicen las mismas voces, sólo lo pueden encontrar aquellos que no lo buscan, pero que a su vez tienen todo el herramental necesario para poder buscarlo miles de veces alrededor del planeta.
Decidido, un día comencé a buscarlo, siendo advertido día por medio, recordándome repetidamente la premisa fundamental para hallarlo exitosamente. Algunos, además, me confiaron algunas de sus herramientas, otros decidieron compartir los retazos de mapa que celosamente guardaban dentro de un cofre de 7 llaves. Alguien hasta me cargó en su barca, navegando bajo el ardiente sol e impiadosas tormentas hasta aquellas orillas, en las que creyó factible que encontraría mi preciado objetivo.
"¡Qué gran tesoro debe ser, ya que tan escondido lo han dejado!" me repetía entre suspiros, en aquellos momentos en que bajaba la guardia... era por momentos, o tal vez días, o meses... Es que a veces el desánimo de no encontrarlo afecta más que no haber siquiera oído la historia en absoluto; sobre todo, daña más a quienes, como yo (lo admito, aunque a regañadientes), por arrebato ilusorio, se dedican a buscar el tesoro más difícil, antes que cualquier otro más accesible.
Y, como indica la lógica de quién no sabe buscar un tesoro de semejantes características, llegó un punto en el que avanzar y retroceder eran lo mismo. No más pistas, mapas, testigos, herramientas, señales... nada que ayude al ahora abatido cazador de joyas a llegar a su preciado destino. Desorientado, preguntándome qué pasó, dónde me equivoqué, y qué fui dejando a lo largo de la búsqueda, me senté a un costado de mi camino, sólo buscando respuestas a preguntas que nadie me había hecho.
Tal vez, entre tantas idas y vueltas, había perdido la esencia vital del cazador de tesoros. Lo interesante, lo valedero, era disfrutar y aprender de la búsqueda en sí, y no del objeto buscado. De poco vale encontrar algo, si nunca aprendimos antes a buscarlo; y ese detalle, tan pequeño y tan grande a la vez se me había pasado completamente de largo. Tonto de mí, ¡cuánto tiempo invertido y perdido en buscar aquel tesoro, para descubrir finalmente que nunca supe realmente cómo buscar tesoros!
Y al fin lo entendí, o por lo menos eso creo. Es así que siempre cargaré con mi tiempo gastado a cuenta, encima de mis hombros ya abatidos tras el triste descubrimiento. Pese a eso, seguiré buscando la divina joya que siempre me propuse, pero tumbado a la orilla de un río, y preguntando a quienes se acercan, casualmente, por el tesoro que nunca tuve... No tiene caso quemar los días para obtener los mismos resultados que ya tanto me habían dañado...
Por eso, vos, mi lector, hoy convertido en mi visitante anónimo... ¿Encontraste alguna vez el divino talismán que nunca pude siquiera ver brevemente? ¿Dónde lo puedo encontrar?
Decidido, un día comencé a buscarlo, siendo advertido día por medio, recordándome repetidamente la premisa fundamental para hallarlo exitosamente. Algunos, además, me confiaron algunas de sus herramientas, otros decidieron compartir los retazos de mapa que celosamente guardaban dentro de un cofre de 7 llaves. Alguien hasta me cargó en su barca, navegando bajo el ardiente sol e impiadosas tormentas hasta aquellas orillas, en las que creyó factible que encontraría mi preciado objetivo.
"¡Qué gran tesoro debe ser, ya que tan escondido lo han dejado!" me repetía entre suspiros, en aquellos momentos en que bajaba la guardia... era por momentos, o tal vez días, o meses... Es que a veces el desánimo de no encontrarlo afecta más que no haber siquiera oído la historia en absoluto; sobre todo, daña más a quienes, como yo (lo admito, aunque a regañadientes), por arrebato ilusorio, se dedican a buscar el tesoro más difícil, antes que cualquier otro más accesible.
Y, como indica la lógica de quién no sabe buscar un tesoro de semejantes características, llegó un punto en el que avanzar y retroceder eran lo mismo. No más pistas, mapas, testigos, herramientas, señales... nada que ayude al ahora abatido cazador de joyas a llegar a su preciado destino. Desorientado, preguntándome qué pasó, dónde me equivoqué, y qué fui dejando a lo largo de la búsqueda, me senté a un costado de mi camino, sólo buscando respuestas a preguntas que nadie me había hecho.
Tal vez, entre tantas idas y vueltas, había perdido la esencia vital del cazador de tesoros. Lo interesante, lo valedero, era disfrutar y aprender de la búsqueda en sí, y no del objeto buscado. De poco vale encontrar algo, si nunca aprendimos antes a buscarlo; y ese detalle, tan pequeño y tan grande a la vez se me había pasado completamente de largo. Tonto de mí, ¡cuánto tiempo invertido y perdido en buscar aquel tesoro, para descubrir finalmente que nunca supe realmente cómo buscar tesoros!
Y al fin lo entendí, o por lo menos eso creo. Es así que siempre cargaré con mi tiempo gastado a cuenta, encima de mis hombros ya abatidos tras el triste descubrimiento. Pese a eso, seguiré buscando la divina joya que siempre me propuse, pero tumbado a la orilla de un río, y preguntando a quienes se acercan, casualmente, por el tesoro que nunca tuve... No tiene caso quemar los días para obtener los mismos resultados que ya tanto me habían dañado...
Por eso, vos, mi lector, hoy convertido en mi visitante anónimo... ¿Encontraste alguna vez el divino talismán que nunca pude siquiera ver brevemente? ¿Dónde lo puedo encontrar?
Nuevo amanecer soleado
Es raro. Los amaneceres se ven diferentes al despertar rodeado de nada, acompañado tan sólo por todo aquello inanimado, que junto al tiempo fuimos acumulando y aprendiendo a valorar. Ninguno de estos objetos te saluda, ni te observa... es más, ni siquiera respira. La luz del dorado astro se escurre lentamente entre las estrechas rendijas de las persianas, logrando penetrar, ganando minuto a minuto mayor espacio en cada terreno expuesto a su lenta invasión.
El canto de los pájaros afuera acompaña, con un alegre y resonante trinar, el despertar de quien sucumbe a los encantos de despabilarse durante el nacimiento del día. La tibia brisa matinal comienza a burlarse de las ventanas, filtrándose entre los burletes de goma, y acariciando todo aquello a su alcance. Mientras, la cara sigue mostrando su disconformidad con despertar, pero igualmente, no reniega de la cálida caricia.
Levantarse, con el cuerpo de plomo que de a poco se aligera. Explorar alrededor, gracias al silencioso invasor que ilumina cada vez más la habitación, y ver el entorno, reconocer lugares, momentos, tiempos y espacios que hasta hace poco eran muy diferentes. La calma reina el momento, no hay sobresaltos para quien se debate entre comenzar con su actividad o continuar el descanso.
Es ver que el silencio esta presente en todos lados, en cada uno de los rincones, y que la música de la naturaleza se refugia afuera, con voces bajas, recordandonos qué es el sonido. Mientras tanto ya estamos levantados, y la sangre regulariza su circulación, readaptándose a la posición vertical, erguida, que a los humanos tanto les ha tardado adquirir. Una vez más, otro capítulo comienza a escribirse, solo que esta vez nadie nos alcanza la lapicera.
En fin, pese a todo... uno más, es un nuevo amanecer soleado...
El canto de los pájaros afuera acompaña, con un alegre y resonante trinar, el despertar de quien sucumbe a los encantos de despabilarse durante el nacimiento del día. La tibia brisa matinal comienza a burlarse de las ventanas, filtrándose entre los burletes de goma, y acariciando todo aquello a su alcance. Mientras, la cara sigue mostrando su disconformidad con despertar, pero igualmente, no reniega de la cálida caricia.
Levantarse, con el cuerpo de plomo que de a poco se aligera. Explorar alrededor, gracias al silencioso invasor que ilumina cada vez más la habitación, y ver el entorno, reconocer lugares, momentos, tiempos y espacios que hasta hace poco eran muy diferentes. La calma reina el momento, no hay sobresaltos para quien se debate entre comenzar con su actividad o continuar el descanso.
Es ver que el silencio esta presente en todos lados, en cada uno de los rincones, y que la música de la naturaleza se refugia afuera, con voces bajas, recordandonos qué es el sonido. Mientras tanto ya estamos levantados, y la sangre regulariza su circulación, readaptándose a la posición vertical, erguida, que a los humanos tanto les ha tardado adquirir. Una vez más, otro capítulo comienza a escribirse, solo que esta vez nadie nos alcanza la lapicera.
En fin, pese a todo... uno más, es un nuevo amanecer soleado...
viernes, 6 de agosto de 2010
El ser social actual
Los humanos somos seres sociales. Ya desde épocas milenarias, nuestros primarios progenitores se reunían para compartir sus nómades actividades. Luego, llegaría una asociación social más íntima, para sedentarizar sus vidas, en pos de un establecimiento físico puntual... Tribus primero, minúsculos pueblos poco más tarde, abundantes poblados, ciudades independientes, y finalmente imponentes y sofocantes metrópolis urbanas. Todo el camino social humano, muy simplificado.
Pero lo triste ante este gran avance de nuestra forma de convivir en sociedad (más especialmente, en estas inmensas sociedades modernas), es que las masas se han vuelto demasiado alterables por los estímulos externos, en función de buscar pertenecer, de ser ese grano de arena que forma pequeña parte de las multitudes urbanas, sin distinguir realmente si vale la pena o si tiene sentido ser uno más del rebaño.
Las presiones económico-multimediales icónicas sociales, los manejos de los medios del poder, las discriminaciones por todo y contra todo, el infartante stress traumático, la contaminación, el miedo a ser pegado al terror de no ser, la indecencia de lo honesto, el lavado cerebral multinacional, la demolición de identidades, folklores importables, la imágen distorsionada de lo que somos, vivimos y queremos llegar a ser... todos grandes males de estas sociedades modernas.
¿Dónde quedó el valor del honor y la palabra? ¿Dónde están nuestras raíces, y cuanto ocupa nuestra patria dentro de nosotros? ¿Por qué aquellos diferentes a nosotros no deben ser felices? ¿Y qué fue del orgullo de aquellas mujeres que, lejos de ser figuras modelos, son y aceptan alegres su propio ser? ¿Es verdad que el dinero asesina más que cualquier otra cosa en el mundo? ¿Se puede ser igualmente valioso, sin consumir la basura con la que nos alimentan?...
Podría seguir alargando indefinidamente el mix de preguntas que seguramente pocos podrían responder, o al menos, responder sin cunsultarle a otros. Pero no tiene sentido preguntar, ni preguntarse, cuando la enagenación, la distorsión de conceptos y el contínuo lavado de cerebros demostraron ser exitosos... o al menos, mucho más exitosos que nuestros deseos propios de ser por ser, y no de ser por parecer.
Por eso, detengámos esta rueda loca que nos marea. Pensemos, desistamos del vértigo alocado del tiempo de hoy, permitámonos sentir y ser, saber y apreciar lo que somos como humanos, como personas, como individuos con sentido común e identidad...
Pero lo triste ante este gran avance de nuestra forma de convivir en sociedad (más especialmente, en estas inmensas sociedades modernas), es que las masas se han vuelto demasiado alterables por los estímulos externos, en función de buscar pertenecer, de ser ese grano de arena que forma pequeña parte de las multitudes urbanas, sin distinguir realmente si vale la pena o si tiene sentido ser uno más del rebaño.
Las presiones económico-multimediales icónicas sociales, los manejos de los medios del poder, las discriminaciones por todo y contra todo, el infartante stress traumático, la contaminación, el miedo a ser pegado al terror de no ser, la indecencia de lo honesto, el lavado cerebral multinacional, la demolición de identidades, folklores importables, la imágen distorsionada de lo que somos, vivimos y queremos llegar a ser... todos grandes males de estas sociedades modernas.
¿Dónde quedó el valor del honor y la palabra? ¿Dónde están nuestras raíces, y cuanto ocupa nuestra patria dentro de nosotros? ¿Por qué aquellos diferentes a nosotros no deben ser felices? ¿Y qué fue del orgullo de aquellas mujeres que, lejos de ser figuras modelos, son y aceptan alegres su propio ser? ¿Es verdad que el dinero asesina más que cualquier otra cosa en el mundo? ¿Se puede ser igualmente valioso, sin consumir la basura con la que nos alimentan?...
Podría seguir alargando indefinidamente el mix de preguntas que seguramente pocos podrían responder, o al menos, responder sin cunsultarle a otros. Pero no tiene sentido preguntar, ni preguntarse, cuando la enagenación, la distorsión de conceptos y el contínuo lavado de cerebros demostraron ser exitosos... o al menos, mucho más exitosos que nuestros deseos propios de ser por ser, y no de ser por parecer.
Por eso, detengámos esta rueda loca que nos marea. Pensemos, desistamos del vértigo alocado del tiempo de hoy, permitámonos sentir y ser, saber y apreciar lo que somos como humanos, como personas, como individuos con sentido común e identidad...
Fantasmas del ayer
El complejo dilema de Joaquín lo atormenta. Es casi una sombra que lo persigue, caminando siempre tras de sí. Se trata de un debate profundo, muy extenso, que data ya de largos años de antigüedad. Marcado a fuego en su ser interior, nunca pudo liberarse de la condena de pensar cuando hay que sentir, y sentir cuando hay que pensar, siempre a ritmos que no se condicen con el humano normal.
Esa pesada mochila, aún cargada de plomo, culpas y sueños rotos de adolescencia, era lo único que quedaba de todos los amarres que lo inmovilizaban ayer, y de los cuales, a fuerza de penas, llantos y dolor se había desligado. Sin embargo, a veces se recordaba encadenado a ese frío y húmedo muro de la locura al que estuvo atado desde pequeño, y sentía instantáneamente cómo el nerviosismo y la desesperanza le ganaban la pulseada en el acto.
Es que no se puede ignorar cuando llega ese escalofrío agudo, muy filoso, aplicado sobre la base del cuello, que la guadaña del miedo provoca en sus objetivos humanos. Sudor frío que recorre las extremidades, y la pálida frente de quien, totalmente desorientado y con la mente en blanco, padece el intenso acoso de un pasado percibido lleno de crueles tormentos. Sudor de sabor amargo, siempre presente como un infaltable mal presagio.
Es a esos fantasmas, tan irreales en este mundo físico pero tan reales dentro de sí, a los que les ha declarado la guerra... una guerra silenciosa, lenta, desgastante. Es una guerra desconcertante, porque aquellos fantasmas, tan sólo eso son, y se alimentan de todo aquello que los ahuyenta, tratando de mantener el sentido de su existencia, luchando por subsistir como inequívoca esencia de su intangible humanidad, siempre tan sedientos de posteridad.
Errante como barco sin timón, quien en estas batallas se debate; y Joaquín podría, con seguridad, ser una clara prueba de ello. Difícil es, muchas veces, encontrar la solución a su destino. Es un scrabble sin puntos, en el que toda expresión vale lo mismo, sin que hubiera una valedera justificación que diferencie los porqués de sus propias respuestas. Tal vez pronto pueda llegar a creer en ese quien, desde adentro, vive y muta reamoldándose a su destino.
Esa pesada mochila, aún cargada de plomo, culpas y sueños rotos de adolescencia, era lo único que quedaba de todos los amarres que lo inmovilizaban ayer, y de los cuales, a fuerza de penas, llantos y dolor se había desligado. Sin embargo, a veces se recordaba encadenado a ese frío y húmedo muro de la locura al que estuvo atado desde pequeño, y sentía instantáneamente cómo el nerviosismo y la desesperanza le ganaban la pulseada en el acto.
Es que no se puede ignorar cuando llega ese escalofrío agudo, muy filoso, aplicado sobre la base del cuello, que la guadaña del miedo provoca en sus objetivos humanos. Sudor frío que recorre las extremidades, y la pálida frente de quien, totalmente desorientado y con la mente en blanco, padece el intenso acoso de un pasado percibido lleno de crueles tormentos. Sudor de sabor amargo, siempre presente como un infaltable mal presagio.
Es a esos fantasmas, tan irreales en este mundo físico pero tan reales dentro de sí, a los que les ha declarado la guerra... una guerra silenciosa, lenta, desgastante. Es una guerra desconcertante, porque aquellos fantasmas, tan sólo eso son, y se alimentan de todo aquello que los ahuyenta, tratando de mantener el sentido de su existencia, luchando por subsistir como inequívoca esencia de su intangible humanidad, siempre tan sedientos de posteridad.
Errante como barco sin timón, quien en estas batallas se debate; y Joaquín podría, con seguridad, ser una clara prueba de ello. Difícil es, muchas veces, encontrar la solución a su destino. Es un scrabble sin puntos, en el que toda expresión vale lo mismo, sin que hubiera una valedera justificación que diferencie los porqués de sus propias respuestas. Tal vez pronto pueda llegar a creer en ese quien, desde adentro, vive y muta reamoldándose a su destino.
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