viernes, 11 de diciembre de 2009

La visita al hospital

Ahhhhhh, si si, nada tan infaltable en la vida cotidiana de cualquier ser humano, que la visita al hospital. Ese reencuentro con el ambiente tan cálido y familiar que sólo un hospital nos puede ofrecer. De hecho, deba haber cientos de familias ahi dentro, aunque mejor no preguntarse qué los lleva a estar compartiendo con uno los mismos ambientes.

Las recepcionistas en las ventanillas... infinidad de ventanillas, para la respectiva infinidad de especialidades médicas que podemos encontrar dentro... eso hace que haya infinidad de recepcionistas, cosa que a ningún hombre, ni sano ni enfermo, le debe molestar. Pero bueno, la realidad, por cierto, bastante dura, es que la visita sólo comienza en las ventanillas. La parte más "entretenida" está por empezar.

Cientos de pasillos acompañan los desorientados pasos de quienes no suelen frecuentarlos. Carteles, carteles, y más carteles; "Oftalmología", "Dermatología", "Maternidad", "Proctología", se suceden continuamente a medida que transitamos. Presenciamos eternos desfiles de delantales y uniformes, de quienes día a día dejan la vida por la vida misma, los verdaderos héroes del país.

Una vez frente a la puerta desde la cual nos llamarán (o mejor dicho, nos hacemos llamar desde el momento mismo en que tomamos un turno), la espera se puede volver tediosa o no, dependiendo única e indefectiblemente de quienes se encuentren a nuestro alrededor.

Finalmente, el especialista se asoma y vocifera el nombre del futuro examinado de turno. Por suerte, en la mayoría de los casos, la amabilidad del profesional reconforta desde el momento mismo del amistoso saludo inicial, ese estrechar de manos que nos deja casi escuchar el "quedate tranquilo, que estás en buenas manos".

La visita se desarrolla. El profesional se desenvuelve según sus metodologías de atención. Preguntas, diversas pruebas, recomendaciones, teorías... se dedican a dictarnos clase de aquello que ven en nosotros mismos; toda una demostración de sabiduría práctica y experiencia.

Finaliza el análisis pertinente, y se llega a un resultado. ¡Qué dulce es escuchar el "está todo normal"! Sobre todo cuanto menos seguido se dé este resultado. Es un tanto molesto enterarse de X cantidad de ñañas que uno viene cargando a rastras, pero al fin y al cabo, a eso vamos al hospital.
Hay gente que parece ser invulnerable, nunca un mísero rasguño, ni siquiera una uña rota. Otros, llegan con el firme propósito de "arreglar" sus pequeñeces, algún dolorcito de aca o de allá, o alguna vacuna faltante. Y también están los que llevan un récord de saldos negativos; esos que entran con una simple cosita y salen con varios problemas a cuestas, todos anotados en hojitas de talonarios con membrete, y firmado por uno o más profesionales. Situación frustrante por cierto, ir por un dolorcito de espalda y salir diagnosticado de hipertensión, sobrepeso, sequedad en la piel y miopía.

Y siempre omitiendo los casos de guardia, donde bien puede entrar gente con una gamba recientemente abananada en algun partidito con amigos, o alguna infección, o quién sabe cuantas cosas pueden ocurrirle a uno y ameritar una inopurtuna visita a la guardia. Tampoco tomando en cuenta los ingresos a la morgue; entrar en una camilla, metido en una bolsa, o entrar en varias camillas a la vez, o en varias bolsas a la vez, o en cajitas, no es algo que vaya a analizar.

En fin, lo cierto es que, pese al resultado que cada uno suela obtener en cada visita al hospital, la expectativa de la visita, el reencuentro con el profesional acostumbrado, el sencillo hecho de transitar cientos de pasillos, aunque más no sea que para estirar las piernas y hacer algún que otro trámite simple, no deja de ser una aventura que vale la pena disfrutar... o si no vale la pena, al menos intentar no aburrirse en este lugar molesto...

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