A veces, no queda otra. Es la solución a aquellas cuestiones que el razonamiento lógico no nos permitiría resolver.
La secuencia en que se producen estos casos es la siguiente:
- ¿Cuántas veces nos ha pasado que se nos presenta un conflicto, algo realmente importante y que nos encantaría resolver de la mejor manera, y no sabemos cómo hacerlo?
- ¿Hemos intentado resolverlo de modo perfectamente lógico?
- ¿Llegamos finalmente a la conclusión de que, por más que la lógica cerraba perfectamente, las cosas salieron como el orto, y muy diferente a lo que tan bien habíamos supuesto?
Aquel que conoce (o mejor dicho, que vivió) la respuesta de cada una de estas preguntas, entonces sabrá de lo que hablo. Son temas que no responden a la lógica, a la especulación, al frío pero siempre tan exacto cálculo previsor. Hay gente que por ciertas cualidades personales nunca antes les ha tocado experimentar este tipo de inconvenientes.
Si bien sería hermoso no vivir nunca estos conflictos, lo cierto es que todos estamos muy lejos de no experimentarlos jamás. Y considerando esto, debemos tener un "as en la manga" para cuando llegue el momento. Podriamos emprender una búsqueda inagotable sobre cada uno de los casos que responden a esta disyuntiva, pero sería eso, algo inagotable; no llegaríamos a una solución antes de encarar nuevamente este tipo de situaciones.
Por eso, desde acá, ofrezco mi solución práctica: Jugarse el todo por el todo.
A veces, es lo único que queda; hay cosas en las que sencillamente quedamos bloqueados, anulados, y no podríamos en esas condiciones llegar a pensar en nada, y si lo hiciéramos posiblemente fallemos. Es por eso que esta solución práctica es la solución simple a problemas complejos.
Esto no nos asegura éxito, sino una solución rápida a algún conflicto de esos, que podría resultar eterno de resolver correctamente. Lo cierto es que a veces fallaremos de todos modos, tal vez más o menos miserablemente, pero de todos modos, nadie tiene el éxito asegurado, así que sigue siendo una salida más que válida.
Aprendamos entonces a jugarnos por lo que realmente queremos, o nos parece correcto. Nada nos dice que saldremos bien parados, pero al menos nos ahorraremos horas de infructuoso razonamiento, pasando directamente a la acción.
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