Un experto asesor de empresas en Gestión del Tiempo quiso sorprender a los asistentes a su conferencia.
Sacó de debajo del escritorio un frasco grande de boca ancha. Lo colocó sobre la mesa, junto a una bandeja con piedras del tamaño de un puño y preguntó:
- "¿Cuantas piedras piensan que caben en el frasco?"
Después de que los asistentes hicieran sus conjeturas, y hasta arriegaran números al azar, empezó a meter piedras hasta que llenó el frasco. Luego preguntó:
- "¿Está lleno?"
Todo el mundo lo miró y asintió. Entonces sacó de debajo de la mesa un cubo con gravilla. Metió parte de la gravilla en el frasco y lo agitó. Las piedrecillas penetraron por los espacios que debajan las piedras grandes. El experto sonrió con ironía y repitió:
- "¿Está lleno?"
Esta vez los oyentes dudaron: Tal vez no. ¡Bien!. Y puso en la mesa un balde con arena que comenzó a volcar en el frasco. La arena se filtraba en los pequeños recovecos que dejaban las piedras y la gravilla.
- "¿Está lleno?", preguntó de nuevo.
¡No!, exclamaron los asistentes. "Bien", dijo, y tomó una jarra de agua de un litro que comenzó a verter en el frasco. El frasco aún no rebosaba.
- "Bueno, ¿qué hemos demostrado?", preguntó al fin.
Ante el silencio de todos, el experto respondió su propia pregunta:
- "lo que esta lección nos enseña es que si no colocas las piedras grandes primero, nunca podrás colocarlas después..."
Este texto una vez lo vi mientras navegaba por ahi, perdido como muchos, entre cientos y cientos de kilobytes en formato textual. Me pareció fascinante desde el primer momento, y si bien le hice algún que otro retoque gramatical, no es de mi autoría. Para pensar en silencio, acompañado por uno mismo.
sábado, 14 de noviembre de 2009
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