viernes, 5 de noviembre de 2010

Recuerdos impropios

Fulgor interior; reanimados sentires impulsores de los más salvajes e innatos deseos, rejuvenecen invocados tal vez por su largo silencio, o presos de los sentidos que rigen y gobiernan sobre sus tensas cadenas, amarrando y esclavizando, mas nunca domando su nativa furia. Quién sabe cómos y porqués... solo nos limitamos a saber que ahí están, latiendo al compás del corazón que los alimenta.

Irrefrenables memorias que no lo son, modeladas y vividas por seres que no las han vivido, sino que aparecen sentidas en lo más profundo de la esencia, tan ciertas como humanas. Constituyen a la vez cautivas y captoras, expectantes y cautelosas de su propio respirar, confundiendo e ignorando espacios y tiempos que todo lo determinan menos su vital razón existencial.

Fogoneras de impaciencias y tensiones, alimento de dichas y pesares, un péndulo constante de la marcha de la vida; poder de voz y voto, aunque desborde irracionalidad y descarte opiniones. Vive en mi, en ese, en aquel, en ese otro también... es recinto e inquilino simultáneamente en todas partes, sumiso algunas veces e insostenible otras tantas.

A veces siento que me ganan la espalda, estos recuerdos ajenos a mi, grabados a fuego tan por dentro que serían imposibles de extirpar, buscando cobrar su paga de libertad, nunca antes satisfecha. Submundo humano inmerso en las profundidades, fundido en cada uno de nosotros, forjando gran parte de las piezas de la maquinaria que nos mantiene despiertos. Tan poderosas son estas memorias...

Al dar sus primeros movimientos avivados por instinto, luego sometidos por la falta de fe, esos inmemoriales recuerdos fueron encarcelados finalmente en una celda de hielo, donde todo aquello que no brilla termina por morir. El fuego de la justa insurrección los mantuvo a duras penas vivos, aunque frágiles, emitiendo una cansina luz sin alcanzar a desvanecerse jamás... aún sedientos de sueños, y tatuados de crueles azotes, siguen vivos...

Viven, porque aún pese a todo, vivimos pegados a ellos. Sueñan, porque somos nosotros quienes soñamos, haciéndolos parte de los mismos. Iluminan, porque somos luceros plantados en el tiempo que el destino nos otorga, luchando por iluminar nuestros caminos mutuamente... Y todo eso estas memorias lo saben, porque pese a todo son recuerdos que no se recuerdan, pero que son herencia directa del mágico polvo de estrellas que rige nuestro origen y nuestro fin en este universo...

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