Un niño. Una mesa amplia, robusta e imponente delante suyo. Un rústico rompecabezas a medio armar, desplegado aleatoriamente, mezclado por el destino incierto que todo lo sacude. Pero no. Ya no es un rompecabezas, por más que tome su forma en este mundo material, para mostrarse presente y tangible. No. Eso ahora es algo más complejo que simples formas de sinuosos contornos, que buscan desesperados esa otra parte que le de sentido a su existencia. No. Eso ahora es un reto.
Un niño. Una mesa amplia, robusta e imponente delante suyo. Un reto a medio definir, esquivo de las certezas tan necesarias, un dominio apropiado por la inexactitud de la volátil carencia de pistas. Un mapa sin brújula, tal como el centro del amplio mar, es lo más cercanamente asemejable. Un reto que reposa inerte, pero hambriento de tiempos que se consumen al ser fagocitados por él y su esquiva resolución. Una pieza. Otra pieza. Cientos de piezas. Todas sobre una mesa que no es una mesa, sino una vida.
Un niño. Una vida, en la cual reposan los cientos de piezas que conforman un reto. Una vida muda y sumisa, aguardando impaciente el final del solitario, casi macabro, pasatiempo, harta ya del danzar de las piezas y figuras inconexas, que pareciera no tener fin. Un rompecabezas de una imagen móvil, animada como una película de cine mudo. Una burla a la conciencia de quien observa atentamente, acompañado por los sueños de resolver ese sádico juego, que segundo a segundo lucha por mantenerse inconcluso.
Un niño. Una enorme atadura enclavada a su pequeña muñeca. Una cadena de eslabones grises, que lo aferra a la mesa, pero también a su irreverente desafío. Un amarre sólido, forjado de convicciones profundas y de nobles valores, aleados íntimamente a trozos de sueños rotos e ignoradas virtudes. Se encuentra preso de sus propias obsesiones, gravitando y deambulando cual fantasmas a mediodía. Y a su alrededor, ve adultos por doquier, observándolo cautivo, algunos sumidos en compasión, otros en burlonas caras de gozo.
Pero a todos por igual oye decirse entre sí, siempre señalando: "mirá esa mesa, aunque no parece una mesa... sobre ella hay un extraño rompecabezas... pero que no es tal... y mirá, a un costado hay un niño encadenado... ¡ah, si, es cierto! pero no, ese no es un niño..."
miércoles, 24 de noviembre de 2010
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario