Lo oigo llorar
entre ciegos rincones.
Naces, vives y mueres,
causa y obra del querer
más profundo y hondo.
Lágrimas de paz
se escurren sobre tí,
brotan de los dedos
que motivan tu cantar,
anhelos de libertad.
Susurros armónicos.
Disonancias y palabras
rudas, tan fuertes
como cientos de gritos,
dirígense hacia mí.
Es ese, tu llanto,
alma de Buenos Aires,
cuerpo del puro arrabal
vivo y ardiente,
recuerdos de identidad.
Corpóreo y audible
ese pesar hecho canción.
Bandoneón eterno, libre,
dueño y amo del tiempo,
registra hoy tu sentir.
Cante señor, cante,
libérele de prisión.
Cautiva en ese fuelle
la canción de despedida
de ese, nuestro Nonino...
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