lunes, 27 de septiembre de 2010

Señoras y señores...

Noche porteña, pocas estrellas en el cielo urbano, que ataca el imperio del eterno infinito astral, cegando los mágicos fulgores con sus luces de mercurio. El clima acompaña cediendo la quietud y la calma, enmarcando la velada con la suave brisa nocturna. No hace calor, no hace frío; no llueve, ni tampoco el sol está presente, solo instrumentos regados por doquier, en paredes, suelos y hombros ajenos.

Equipos, vaivenes humanos, aire enriquecido de arte expreso en notas o acordes, acompañan el ritmo que marcan los pasos que deambulan incesantes por los ambientes. Patio abierto, techado tan sólo por la inmensidad del oscuro telon celestial... Sillas, sillas, y más sillas, formando rigurosas filas, dispuestas a contener el aluvión de gente y de música, en partes iguales.

La masa comienza a replegarse sobre los asientos, trayendo y esparciendo, contribuyendo a la ansiedad de quienes se disponen a cerrar el binomio del espectáculo propuesto. Nerviosismo, tensión voraz, pero también confianza y deseo de ser lo que se desea ser, y de hacer lo que se viene a hacer... Finalmente, el grupo de gente que dispone de ganas, tiempo y hambre de música queda replegado formado el público de la noche.

...Y la noche comienza... simples muestras del básico arte de la música, que arranca las primeras palmas de la noche, rompiendo con la titánica tarea de la apertura, que, increiblemente, pese a la carga emocional, no logró arrebatar la emoción juvenil de las protagonistas. Y así, sucesivas precencias de pujantes sueños musicales fueron redondeando la noche más especial para quienes empezabamos así nuestra lista de presencias públicas.

Finalmente, la experiencia toma el mando, con una breve y contundende actuación del gran dúo TRIM, en las cuales reviven piezas conocidas pero no por eso menos espectaculares, ejemplos de ejecución con sentimiento y entrega total. Y la velada termina con una contribución de la banda invitada Mar Aun, una verdadera joya que logra sorprender con su sólida mecánica compositiva y su dulce combinatoria de instrumentación, un muy valioso descubrimiento para quienes amamos la música.

En fin, sólo me queda la certeza de que deseo que se repita alguna vez la maravilla del evento...

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