Causarte daño me causa daño; verte callar de golpe me paraliza, despojándome al instante del frenesí festivo de tu cuello... Nunca creí que esto pasaría, lo admito. Uno tiende a pensar que ciertas tragedias son y serán siempre ajenas y lejanas, pero hoy caigo en cuenta que no.
Te pido perdón, si realmente soy parte de tu rechazo. Es que pensarme dentro del problema me duele; es casi un cuchillo caliente que se entierra en mi mano, adicta del deseo de tu cuerpo. Pero no me resigno a creer que soy el único artífice de tu herida. No lo acepto, no... Tiene que tener de tu parte también.
Pensar que fui advertido y aconsejado para que esto no pase... Pero la irreverencia de quien no quiere entender es una de mis más imparciales cualidades, y lo acepto, hoy más dolorosamente que nunca. Aquellos que supieron y se atrevieron a opinar, hoy ya no importan, pues acaban de ser desoídos, y, como toda memoria que se desvanece, ya no sirven con el acto consumado.
Verte ahí, entre gritos dispersos, con esa herida en el cuello que te calla, y mi mano como ejecutora del corte, es ahora nuestro único presente. Pronto llegarán visitas que vienen a vernos, a ambos por igual, y no podrás ya decirles más que los incompletos gemidos que ahora vociferás. Te verán tendida a un lado, callada, tiesa e inútil... y sin dudas, notarán ese corte definitivo.
Tarde... ya estan acá, dispuestos a inquirir sobre tu notoria herida...
- "...che Gaby, cortaste cuerda", me dice un amigo mientras examina la guitarra.
- "Si, hace unos minutos... Y bueh, cosas que pasan, que le vamos a hacer", le respondí...
No hay comentarios:
Publicar un comentario