martes, 6 de abril de 2010

Riachuelo de risas rotas

Hoy parece que aquel río de aguas oscuras, ennegrecidas por el tiempo y las decisiones equívocas, retoma su antiguo cauce, y nada se puede hacer para evitarlo, más que contemplarlo nuevamente arrasar con todo aquello que se encuentre delante, inundando, contaminando, pudriendo, generando penas y dolores, enfermedades y pestes, miedo y locura... ¿O tal vez será que es una ridicula obsesión de quienes lo vemos correr libre, a distancias no tan cercanas? Ya no lo sé.

La vida de alguien cambiará hoy, o mañana, o tal vez dentro de unos días, es difícil saberlo... pero irremediablemente, beber de ese río sólo le traerá sorpresas desagradables.

Es sabido que su caudal no corre libre entre los llanos, sino que se desplaza por donde quiera se le permita, repartiendo falsas marañas de sueños, mágicas promesas de felicidad, incalculables fuentes de satisfacción... A costa de elegir con calculada frialdad a quienes consumirán parte de su ser, tan solo por el invaluable ego de tener gente apostada a sus orillas, reposando a sus márgenes, contemplando y admirando el plateado resplandor que sabe tener y mantener, con el firme objetivo de provocar asombro.

¡Y pensar que en algún momento soñé con bañarme en aquel inocente río! Surcar sus aguas, acariciar su -hasta el momento- cristalina superficie, sumergirme hasta alcanzar lo más hondo... Sueños recurrentes de adolescencia, y antes de recibir un buen golpe de realidad...

Aunque hoy doy gracias al destino, por haberme mostrado la verdadera quintaesencia de ese riacho, que tanto había cautivado y estimulado mi más íntima imaginación... Al fin y al cabo, no sería la primera vez que el tardío desengaño me encontrara con el agua hasta las rodillas, y caminando hacia el interior del torrente...

Y tal vez sea por eso que preferí quemar las bellas postales que tenía, para no verlo, para no llamarlo dentro de mis recuerdos, para no oir su leve susurrar a través de la memoria de los días que nunca vendrán... Nada más hiriente que las fauces de una sirena luego de haber oído todo su melodioso canto... y en este caso, la analogía se repite colmada de exactitudes.

Entonces, para terminar... ¡Bienvenido al juego, camarada! Aunque no hay tiempo siquiera para pisar el tablero, tan sólo de acumular fichas se trata el reglamento, y ahora serás una más en la recolección.

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