sábado, 13 de febrero de 2010

El exilio de Azrael

El ocaso se anunciaba a lo lejos en el cielo, en un pequeño hueco que las nubes habían cedido al Rey Sol. Todo alrededor era insano bullicio, movimiento vertiginoso de seres, férreos móviles de colores. Todo eso, lamentablemente tan normal como la sucesión eterna de días y noches que el universo dispuso para nosotros.

Y es que la calle es así... no deja pensar, no deja sentir, no deja ser... sólo deja respirar, pero tan solo para seguir viviendo...

Había sucedido; y le atormentaba pensar lo bobo que había sido, y saber que el final estaba escrito ya mucho antes, y se había mostrado explícitamente en su rostro, para responderle con negación... Nada le quedaba mas que aceptarlo ahora, luego que dicho destino se impusiera con la fuerza de un huracán, concretando su inicial temor, aquel previsto y del que, de modo confiado, había renegado un rato antes.

Sus pensamientos no lo ayudaban. Golpe duro el que recibió; el caos se asentaba en su cabeza y en sus entrañas. Lluvia de estacas, invisibles, inmateriales, que atravesaba su ser... puñales varios, cortando por dentro, donde duele pero no sangra.

No había sido fortuito su castigo. Aventurarse en la boca del lobo tiene sus riesgos, las cosas pueden súbitamente fallar, y él lo sabía, nada lo desliga de su irresponsabilidad en el error. Pero se sabe que de las desgracias se aprende, y decidió al fin aprender por sobre el dolor.

Azrael emprendió el autoexilio esa misma noche. La conciencia lo molestaba de a ratos, pero la firmeza de su andar y la convicción de su proceder impusieron su propio rítmo. Y se alejó... de todo y de todos... Haber recibido un rato antes el beso de Judas dos veces, haber sido atacado por quienes ayer mismo había tendido su mano para ayudar, ser marcado por rencorosas obsesiones... eran varias de las cosas que no quería volver a vivir.

Tenía su propio horizonte al cual apuntar. Reemplazó penurias por proyectos, heridas por fuertes latidos de su corazón, dolor por esperanza en un futuro mejor, y errores por sabiduría. Se alejó solamente con un dulce canto en su voz, prometiendose no volver. Esa fue la última vez que lo vi. Pero al menos déjenme decirles algo... por lo último que supe de él, su exilio ha sido para bien.

Hoy tan sólo sé de Azrael por medio de retazos de información, vaga y distante... Conozco su historia, entiendo su padecer, comprendo que haya decidido no volver aún, y dudo si alguna vez lo hará. Pero sea cual sea su decisión, me ha enseñado que hay cosas de las cuales evidentemente ya no se vuelve, ni aún volviendo... pero que pese a eso, siempre se puede caminar hacia otro horizonte diferente... y mejor.

Relato propio

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